El día en que el sol se detuvo: ¿Tú dónde estabas?




“Sol, deténte en Gabaón; Y tú, luna, en el valle de Ajalón” Josué 10:12

El famoso pasaje en el que Josué mandó parar al sol y la luna han dado pie para un sinnúmero  de especulaciones. Algunos resuelven el asunto diciendo que fue figurativo, y que en realidad no hubo tal milagro, y que la ayuda de Dios hizo que lo que tenía que suceder en más de un día y medio, aconteciera en unas horas.  Otros culpan al planeta Marte, que se le ocurrió pasar cerca de la tierra y provocó el desajuste. Están aquellos que afirman que lo que en realidad sucedió es que los rayos solares fueron refractados milagrosamente y que el sol siguió alumbrando de noche.
En este episodio como en otros cientos, la Escritura habla hechos milagrosos que no podían haber sucedido sin la intervención divina.
Cuando los hombres se ponen a analizar la Biblia para encontrarle explicaciones racionales, están partiendo de la base de que Dios no existe o que los milagros jamás ocurrieron (si creyeran en milagros no perderían el tiempo discutiendo). En ambos casos están negando que lo escrito pueda haber sucedido como fue narrado.
La pregunta es: si no sucedió como está escrito, ¿por qué se devanan los sesos queriendo explicarlo?,  y si no creen en Dios, o si creen que no es capaz de realizar esas, para nosotros, proezas ¿para que gastan su tiempo en estudiar la Palabra?
Dios no trata de probar que existe, ni jamás lo hizo. Esa no es la intención de la controversial compilación de sesenta y seis volúmenes. Dios dijo, y dice: YO SOY.
Si alguien no cree eso, entonces, con todo respeto, es mejor que compre las publicaciones de Stephen Hawkins o la serie de trece episodios de TV de  Carl Sagal.
Es evidente que sin Dios, ¡la Biblia no puede ser explicada!.
En el original hebreo dice que el sol  se detuvo y la luna paró. Y PUNTO.
Honestamente, no da para más.
Ahora, si crees que lo relatado sucedió, estás delante de un milagro de proporciones cósmicas. Todo el sistema solar detenido por la orden de un hombre que servía a Dios.
Permíteme exclamarlo, gritarlo, mientras las lágrimas humedecen mis ojos ante el asombro que llena mi corazón: ¡EL SOL Y LA LUNA SE DETUVIERON!
El día en que el sol paró en el medio del firmamento, para que tú ganaras aquella batalla que hoy no recuerdas: ¿Dónde estabas?
Frente a esta inefable maravilla la pregunta que asoma a mis labios es: ¿Qué hacemos tratando de resolver todo asunto escabroso en nuestras vidas por nosotros mismos?
¿Por qué nos demoramos en recurrir a Dios, hasta que la soga impide que respiremos?
El está ahí, esperando por nosotros, todo el tiempo.

¿Quieres entrar conmigo a su Casa? ¿Quieres hablar con Él. Vamos entonces, comencemos:
Amado Padre Nuestro, Creador de todo el Universo, que nos conoces desde antes de que fuésemos creados, tus hijos están delante de ti en esta hora. Venimos a reverenciarte, y a darte todo honor y toda gloria. Llegamos a tu Santísima Presencia a pedirte que quites estas cargas que llevamos de hace tanto tiempo, que soluciones estos problemas en que nos encontramos. Y que tu Rostro, el mismo que sonrió al General Josué cuando enfrentaba a los amorreos, hoy brille para nosotros, y nos de paz.
En el Nombre de Jesús.
Amén

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Rev. Roosevelt J Altez


  email: raltez@gmail.com


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