El dar
No hay nada más difícil para el ser humano que desprenderse
de algo que considera suyo. Dicho de otra forma, el dar sin recibir nada a
cambio.
Hemos atravesado la línea de los dos tercios del camino de
nuestra vida acá en la tierra, y lo afirmamos con propiedad. Fuimos de los que
nunca daban, luego dimos con la esperanza de al menos un “gracias” de retorno,
y más tarde aprendimos a dar sin esperar nada.
Camino difícil, decisiones no agradables. Las manos se
cierran alrededor de las pequeñas fortunas cuando alguien se acerca a pedir.
Estamos seriamente afectados por el mal de retener. Tanto es así que morimos y
los demás se reparten –o tiran a la basura- nuestras más preciadas posesiones.
Sí.
Nos gusta acaparar, guardar, esconder, recibir.
Pero no nos gusta dar.
Y es curioso, porque sabemos que todo es temporal. Las
personas enferman y mueren, se arruinan, se drogan, se suicidan, enloquecen, y
las pertenencias no los ayudan a superar las situaciones que los llevan a
perecer o a destrozar su vida y la de los suyos, o las de otros que dependen en
mayor o menor medida del bienestar de ellos.
Es curioso, porque en realidad nada nos pertenece. Y como
cristianos sabemos que todo pertenece a Dios, hasta nosotros mismos. Como no
cristianos o ateos, es posible que creamos que lo que tenemos es nuestro
Pero es un engaño fácil de descubrir. Basta mirarnos al
espejo, observar como envejecemos, como se nos arruina el maquillaje, como nos
crece la barba, como no podemos mantenernos de la forma que queremos que se nos
vea permanentemente, lucir bonitos y bonitas. Y si, en vez de mirar hacia
adentro, observamos la naturaleza, vemos la misma decadencia, la misma
temporalidad en todas las cosas. Pero, allá ellos, los ateos, los incrédulos,
los idólatras.
No hay más que una verdad, y en lo profundo de nuestro ser
la conocemos.
Dios nos ordena dar, y si lo hace, es porque nos favorece.
El no necesita nada, lo deja bien en claro en varios pasajes bíblicos, uno de
ellos dice: “¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? -dice el Señor-. Harto estoy de *holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados; la
sangre de toros, corderos y cabras no me complace. ¿Por qué vienen a
presentarse ante mí? ¿Quién les mandó traer animales para que pisotearan mis
atrios? No me sigan trayendo vanas ofrendas” Isaías 48:11-13
Dios no necesita nuestros sacrificios, pero nosotros
necesitamos dar, desprendernos de cosas que apreciamos, incluido el dinero,
para llegar a entender que existe otra alegría que no consiste en guardar, sino
en dar.
En Deuteronomio 26 a 29:9, Dios ordena dar. Especifica que
se debe traer a sus atrios las ofrendas, pero es interesante las palabas que
usa en el original.
Dios cumple primero su palabra e introduce su pueblo a la
tierra prometidas, Ha-aretz. Y allí les exige que den, ¿pero que den de qué, si
nada tenían en el desierto? De lo que Yawéh les dio primero: la tierra, Ha-aretz.
Incluso les especifica lo que deben decir: “he entrado en la
tierra” - Ki bati el Haáretz (en hebreo transliterado). Ahora Dios les ordena
venir, los verbos tavo y bati provienen de la raíz Alef, Vav Bet que son las
consonantes de donde derivan estos verbos que significa venir, entrar. El
individuo debe venir al templo ANTES de disfrutar del fruto de la tierra. Las
primicias son para Dios.
Mediante esta exigencia hecha ley, Dios les recuerda que lo
que tienen no es de ellos, que fue El quien les dio una tierra, incluso ya con
casas y sembradíos.
Esa prioridad agrada a Dios, y nada le falta a quien cumple
con el precepto.
Y para aquellos que creen que el dar fue derogado en el
Nuevo Testamento, es bueno recordar que el Señor dijo que no vino a abrogar la
ley, sino a cumplirla hasta la letra más pequeña, Yod. Que dijo que hay mucho
más alegría en dar que en recibir, y que elogió a la viuda que dio todo lo que
tenía.
Jesús era más radical que Dios, si cabe la comparación,
puesto que son la misma esencia, y entre las Personas de la Trinidad no existe ninguna contradicción. Es que Dios es Amor, y Jesús es la
personificación del amor, pero en el ego no cabe el amor, ni puede producirlo,
ni en al amor tiene lugar el ego, porque amar es esencialmente dar.
Prueba y verás.
Tu Hermano en Cristo
Roosevelt Jackson Altez
Escríbenos a: raltez@gmail.com
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