Ha partido


“Pues sabemos que, cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos (es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), tendremos una casa en el cielo, un cuerpo eterno hecho para nosotros por Dios mismo y no por manos humanas. Nos fatigamos en nuestro cuerpo actual y anhelamos ponernos nuestro cuerpo celestial como si fuera ropa nueva. Pues nos vestiremos con un cuerpo celestial; no seremos espíritus sin cuerpo. Mientras vivimos en este cuerpo terrenal, gemimos y suspiramos, pero no es que queramos morir y deshacernos de este cuerpo que nos viste. Más bien, queremos ponernos nuestro cuerpo nuevo para que este cuerpo que muere sea consumido por la vida. Dios mismo nos ha preparado para esto, y como garantía nos ha dado su Espíritu Santo. Así que siempre vivimos en plena confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo no estamos en el hogar celestial con el Señor.  Pues vivimos por lo que creemos y no por lo que vemos”. 2 Corintios 5:1-7

Habitar en una carpa es vivir en un lugar temporal. Nadie vive en carpas por mucho tiempo. Ese sentido de precariedad es el que el maestro Pablo quiere plasmar con su analogía.

Las personas damnificadas por huracanes, temporales, o desplazadas por guerras, conflictos, van a morar en carpas, en refugios que saben que son temporales. Mientras están ahí anhelan volver a sus casas. Muchas veces, después de un desastre, ya sea natural o provocado por seres humanos, sus moradas se hacen nuevas, desde cero. Y los desplazados van a habitar, con alegría, sus hermosas y rutilantes habitaciones.

Nosotros habitamos en refugios temporales, nuestro cuerpo mortal es como esas carpas, y para ir a nuestra nueva morada es necesario dejarlo atrás. Tal como esas tiendas, el material con que está construido nuestro organismo no resiste el paso del tiempo y se desgasta, se deteriora, hasta que deja de funcionar.
Pero la habitación junto a Dios está siendo preparada.

Jesús dice: En la casa de mi Padre hay muchos aposentos. Si así no fuera, ya les hubiera dicho. Así que voy a preparar lugar para ustedes. Juan 14:2

Pablo continúa en el versículo 8 diciendo: “Sí, estamos plenamente confiados, y preferiríamos estar fuera de este cuerpo terrenal porque entonces estaríamos en el hogar celestial con el Señor”

Recordemos que el apóstol había estado en ese lugar, en el espíritu, él sabía de lo que estaba hablando. En 2 Corintios 12:1-4 lo relata de esta manera: “A mi pesar contaré acerca de visiones y revelaciones que provienen del Señor. Hace catorce años fui llevado hasta el tercer cielo. Si fue en mi cuerpo o fuera de mi cuerpo no lo sé; sólo Dios lo sabe.  Es cierto, sólo Dios sabe si estaba yo en mi cuerpo o fuera del cuerpo; pero sí sé  que fui llevado al paraíso y oí cosas tan increíbles que no pueden expresarse con palabras, cosas que a ningún humano se le permite contar”

Finalmente, mientras estamos en este mundo natural, en el cuerpo, nuestra percepción espiritual está sumamente limitada. Pese a que percibimos que nuestra existencia es más compleja que el cuerpo de carne y su reducido espacio de acción, no nos interesa indagar más allá del alcance de nuestra vista, de nuestro oído, y del entendimiento que por esos sentidos se alimenta.

Pero somos los únicos seres vivos con el conocimiento previo de la muerte, y esto, además de marcar una diferencia en nuestro pensamiento, también nos lleva a preguntarnos (no a todos) el porqué de esa intuición, de esa certeza. Si en la naturaleza todo tiene sentido, pese a que no conozcamos todo, ¿porqué el sinsentido de la muerte queda sin contestar?

Y una respuesta coherente es porque no hay muerte, o si la hay, a nivel corporal, seguimos existiendo en el espíritu.
Y de eso se trata, el partir, pero no el morir.

La Biblia menciona la muerte primera y la muerte segunda. La primera es la del cuerpo, la segunda es la prisión eterna del espíritu en el lugar de maldición que conocemos como infierno.
Los que morimos (en vida) con Cristo,  pasaremos por la muerte del cuerpo. Y resucitaremos con un nuevo cuerpo inmortal, celestial, perfecto, para vivir una eternidad junto a Dios. Los que no aceptan a Cristo, es decir, no abrazan la gratuita salvación de su muerte en nuestro lugar, verán la muerte segunda, así de fácil, así de sencillo.
Cuando alguien muy querido se va nos llena de congoja. Si nuestro ser amado es cristiano, sabemos que ha dejado la tienda, la carpa temporal que le servía de morada en el peregrinar por este mundo, y está disfrutando del amor perfecto, de las bondades, de las maravillas de Dios, hasta que resucite, con nosotros (que seremos transformados) en el Día de Jesucristo.

Oramos en este momento para que Dios nos abra el entendimiento, a nosotros y a nuestras familias, para poder percibir esta verdad que, como la sabiduría, está en las calles, y en las plazas, a la espera de ser atrapada, percibida, mimada.

Bendiciones
Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez


http://vidadedevocion.blogspot.com/          email: raltez@gmail.com



Comentarios

Entradas populares de este blog

Ser bondadosos con los demás

Confiar en Dios

¿Saldrías sin saber a dónde vas?