Ahora es diferente
Ahora es diferente, porque hay un camino
Si no hay camino, es imposible
seguir, si nunca hubo camino hubiera sido imposible comenzar a caminar.
Dice el Señor en Juan 14:6 “Yo
soy el camino"
¿No te ha pasado sentirte
inseguro sobre acercarte a Dios? Eres cristiano, pero te sientes sucio, hace
tiempo que no le hablas (oras), y poco a poco sientes que te has ido alejando.
Has dicho palabras obscenas, y no es que nunca lo hayas hecho, en un tiempo era
cotidiano, pero ahora… como que no te quitan la ira de dentro tuyo, como que no
llegan al destinatario, como que, digamos, no surten efecto, excepto el
apartarte de Dios. Otra veces has hecho cosas que te pesan, algo en tu corazón,
como la falta de perdón hacia esa persona. ¿No te hace, todo eso, sentirte
culpable y sucio, tanto que ni te atreves a comenzar la oración, con un “vengo
a tu Presencia”?
El Antiguo Testamento prohibía a
los hebreos el mero hecho de estar en la Presencia de Dios. De acuerdo con la
Ley, la Gloria de Dios residía en el Templo, en un lugar llamado “el Lugar
Santísimo”. Solamente el sumo sacerdote podia entrar en aquel recinto una vez
por año. Había sido elegido por Dios para ingresar en el lugar sagrado con el
objeto de, anualmente, hacer una ofrenda
por el perdón de los pecados de todo el pueblo de Dios.
La razón: El pecado había
levantado una barrera entre Dios y el hombre. Era necesario el derramamiento de
sangre, el sacrificio, hecho por el sumo sacerdote en beneficio de su pueblo
para derribar este muro. Como lo expresa el libro de Hebreos, en el capítulo 9,
versículo 22,b: “sin derramamiento de sangre no se hace remisión”. Pero la
gente no pecaba una vez al año, lo hacía a diario. Y el sistema de sacrificios
les recordaba eso continuamente.
Ahora, si te has sentido culpable
por hacer lo malo: ¿te imaginas vivir constantemente con algo que te lo
recuerda? Es terrible.
Me ha pasado, el levantar la voz,
el pasar tiempo sin orar, el no tener presente a Dios en mis decisiones o el no
honrarlo con ellas, me recordaba mi suciedad y que Dios estaba al tanto de
todas estas cosas. Y la pared crecía, se elevaba con estas acciones, una enorme
pared entre Dios y mi persona. Y yo persistía en mis actitudes, no podía
enderezar mi conducta. Le decía a Dios lo mal que me sentía, le hablaba de
arrepentimiento, y a los pocos días lo volvía hacer.
Demos gracias por la Gracia de
Dios (valga la bendita redundancia), que no estamos viviendo en el tiempo del
Antiguo Testamento.
Dios abrió el camino, mejor,
mostró el camino, con Jesús se nos presentó la nueva forma de entrar el en
Lugar Santísimo, mediante la sangre del Cordero: Jesús; la ofrenda presentada
por el Sumo Sacerdote: Jesús; y el velo del templo rasgado de arriba abajo, por
Jesús. El sacrificio del Cordero de Dios no necesita ser repetido, aquella
mañana de viernes, en la Cruz del monte Calvario, toda la sangre fue derramada
en la última ceremonia sacrificial, comenzada en la madrugada con los palos y
los azotes y terminada con la lanza en el costado y las palabras: “Consumado
está”
El sacrificio de Jesús no
necesita ser repetido cada día, cada semana, cada año. Nuestro Señor
Jesucristo, al ofrecerse a sí mismo, llevó a cabo el único holocausto que de
una vez y para siempre quita todos los pecados que han sido cometidos y serán
cometidos hasta el fin. Derramando su preciosa sangre, el Cristo de Dios hizo
posible el perdón de todos nuestros pecados y nos presentó puros y sin mancha
ante los ojos del Altísimo.
Eso es lo que quiere decir Jesús
con "Yo soy el Camino", que su muerte en la Cruz hizo posible que
pudiéramos estar en la Presencia de Dios, y acceder al trono de Gracia
confiadamente, para presentar nuestras necesidades, nuestros problemas,
nuestras aflicciones, para confiar en El como Padre Nuestro que en realidad es;
hasta cuando estamos, o nos sentimos, sucios o impuros por el peso de nuestros
pecados. Esto quiere decir que cuando pecamos, ya sea por nuestra impaciencia,
olvido, exasperación, ira, podemos llegar hasta Su Santa Presencia, con corazón
contrito, sincero, pedir perdón, y recibirlo al momento, porque a través de la
Sangre del Cordero, nuestros pecados desaparecen.
Nunca más necesitaremos estar
llenos de ese sentimiento de culpa tan pesado. Jesús nos hizo libres. A eso
vino, y su sacrificio es el mejor camino, mucho mejor que los sacrificios de
animales.
Es el único camino.
Oración: Amado Jesús: Gracias por
dejar tu Trono Celestial, junto al Padre, para vivir entre nosotros. Gracias
por ser el Sumo Sacerdote, por ser el último y perdurable sacrificio que nos
abrió el camino hacia Dios, hacia el perdón de todos nuestros pecados. Dame la
fuerza para quitar de en medio mi vergüenza y miedo y llegar al Trono de Gracia
para recibir perdón y consolación, para vivir confiadamente y en paz, desde
ahora y para siempre.
En el nombre de Jesús.
Amén
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