Escalando montañas peligrosas


Escalando montañas peligrosas

Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Mateo 18:19-20


Donde hay un desafío, allí está el hombre, queriendo mostrar que puede lograrlo.
Hillary y Norgay llegaron a la cumbre del monte Everest en mayo veintiseis de mil novecientos cincuenta y tres. Y pese a que Hillary le comentó a a su compañero: “bueno, George, volteamos al bastardo” refiriéndose al éxito logrado por ellos dos, la expedición completa, bajo el mando del Coronel británico John Hunt estaba compuesta de cuatrocientos hombres, incluyendo trecientos sesenta y dos cargadores, veinte guías y cuatro mil quinientos quilos de equipaje.

El Coronel afirmó: “fue un esfuerzo de equipo”.

Alrededor del mundo hay muchas montañas peligrosas. Los escaladores noveles llevan atada una cuerda a su cuerpo, que a su vez está atada a cada uno de los integrantes del equipo. Tal es el peligro que la oración común en esos casos es: “Señor, guarda nuestros pasos en esta escalada, porque si uno de nosotros resbala, todos pereceremos”
Se pierde la individualidad y se trabaja en equipo, única forma de sobrevivir.
En la oración sucede lo mismo, el esfuerzo individual se diluye en beneficio del todo.
(Y que nadie piense que fue su oración la que produjo la respuesta, Dios escucha tartamudos)
Pasquiel Quesnel, teólogo francés dijo: “ Encontramos a Dios en la unión y el acuerdo. No hay nada más eficaz que eso en la oración”
Y en la unión, al igual que los escaladores, estamos amalgamados ante el peligro, ante  montañas tan altas que parecen imposibles de cruzar. Y la oración es, inevitablemente intercesora, generosa. Es que la vida de todos depende de la respuesta de Dios.
Y te aseguro que Dios ama las oraciones generosas.
Debemos concertar qué pedimos, y esto conlleva a un estado de unión, de comunión.
Cuando hay un gran peligro nos acercamos, nos hablamos, nos preguntamos de qué se trata.
Nos necesitamos.
No aguardemos a que un gran riesgo nos lleve a acercarnos a los que nos rodean. Tomemos el teléfono, llamemos a aquella persona con la que hace mucho que no hablamos, oremos por ella.

Oración. Amado Padre Celestial. Enséñame a acercarme a los demás, que no tenga que ser en un momento de angustia que lo hago. Recuérdame que Cristo está donde hay dos o mas unidos en su Nombre. Pon en mí la necesidad de orar con mis iguales. De interceder por los que lo necesitan. En el nombre de Jesús.
Amén

Tu hermano en Cristo
Roosevelt Altez

blog:  http://vidadedevocion.blogspot.com                   email:raltez@gmail.com



Comentarios

Entradas populares de este blog

Agua de la Roca

Mi Estandarte

El chacal de la trompeta